María: icono de la integralidad

 

El Espíritu Santo forma la carne del Hijo de Dios en el vientre de una mujer y genera la Iglesia en el vientre del Cenáculo de Jerusalén. Cada vez que la tercera Persona de la Trinidad da vida a algo nuevo, María está presente. Como no se puede disociar a la Madre del Hijo, así el acontecimiento de María y el de la Iglesia están indisolublemente unidos a través de la acción del Espíritu generador.
La Iglesia depende continuamente de la efusión del Espíritu y ésta efusión se vuelve operativa si Él no es entristecido (cf. Ef 4,30), en otras palabras se le dice: «Heme aquí», como la Virgen de Nazaret. Adoración y silencio, actitudes típicamente marianas, hacen de la comunidad cristiana la creatura del Paráclito.

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